Hoy estoy... ligeramente creativo
Me pongo a pensar en gente que pueda ser más gilipollas que yo y la primera palabra que se me viene a la cabeza es políticos. Efectivamente, los políticos son los mayores gilipollas de nuestra sociedad, es algo afín al cargo, aunque yo creo que realmente es una de sus muchas deformaciones profesionales (junto con la cleptomanía). Opino que el verdadero motivo de la gilipollez de los políticos es el aburrimiento, y todos sabemos lo que hace alguien cuando se aburre: gilipolleces.
Propio es de un gilipollas el decir alguna gilipollez de vez en cuando, y los políticos no son menos, por lo que sueltan alguna perla con relativa frecuencia, aunque realmente les va más el hacer gilipolleces que decirlas. Por desgracia esto incluye el hacer leyes idiotas. La más actual es el proyecto de ley sobre identidad sexual, el cual permite el cambio de sexo sin cirugía. Esto hace, por ejemplo, que un hombre que no es capaz de pasar la pruebas físicas masculinas para ingresar en las Fuerzas Armadas (aunque... ¿a quién se le ocurriría ingresar en el Ejército hoy día?) pueda cambiar el sexo de su carné de identidad para así hacer las pruebas femeninas (que suelen ser menos exigentes porque en la guerra, como en cualquier otro sitio, a las mujeres se las trata de forma distinta [nótese la sutil ironía]).
Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Si eres hombre y te cambias de sexo puede que cobres menos en el trabajo, pero eso sí, tendrás todo el derecho del mundo a entrar en el servicio de señoras. Y si alguien pregunta sólo tienes que sacar tu Documento Nacional de Identidad como si fuera una placa de policía y decir con tono chulapo: yo me llamo Paquita.
Propio es de un gilipollas el decir alguna gilipollez de vez en cuando, y los políticos no son menos, por lo que sueltan alguna perla con relativa frecuencia, aunque realmente les va más el hacer gilipolleces que decirlas. Por desgracia esto incluye el hacer leyes idiotas. La más actual es el proyecto de ley sobre identidad sexual, el cual permite el cambio de sexo sin cirugía. Esto hace, por ejemplo, que un hombre que no es capaz de pasar la pruebas físicas masculinas para ingresar en las Fuerzas Armadas (aunque... ¿a quién se le ocurriría ingresar en el Ejército hoy día?) pueda cambiar el sexo de su carné de identidad para así hacer las pruebas femeninas (que suelen ser menos exigentes porque en la guerra, como en cualquier otro sitio, a las mujeres se las trata de forma distinta [nótese la sutil ironía]).
Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Si eres hombre y te cambias de sexo puede que cobres menos en el trabajo, pero eso sí, tendrás todo el derecho del mundo a entrar en el servicio de señoras. Y si alguien pregunta sólo tienes que sacar tu Documento Nacional de Identidad como si fuera una placa de policía y decir con tono chulapo: yo me llamo Paquita.
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